domingo, 3 de abril de 2016

MARÍA DE LA ENCARNACIÓN

MARÍA DE LA ENCARNACIÓN

Beata

“Célebre por su virtud y buenas prendas”


Quizás su papel principal se debe a la “relación” que parece ser que hubo entre ella y el IV Conde de Montijo.
Cuando el IV Conde de Montijo D. Cristóbal Portocarrero y Luna se avecindó en Badajoz permanecía largas temporadas en la villa de Montijo, lo que hizo que naciera un gran afecto hacia el beaterio, al que comenzó a proteger, sobre todo desde que entabló “una íntima  y santa intimidad” con la Madre María de la Encarnación, que con sus santos consejos le apartó de algunos “malsanos devaneos”.

El 15 de mayo de 1675 es elegida  como madre presidenta María de la Encarnación, que parece ser la beata más sobresaliente en santidad del Beaterio. Quedó sin padres y tenía que cuidar de otras dos hermanas para las que tenía que pedir limosna. Hasta que un tío suyo llamado Francisco Sánchez se las llevó a casa. Quiso ser beata, pero no tenía para pagar la dote, por lo que la Madre presidenta le dijo que no podía admitirla…a lo que ella le constó que la buscaría. Con la ayuda de algunas personas piadosas y con lo que le entregó un tío suyo, que era corregidor en la villa, pudo reunir la dote y entrar en el beaterio. Se distinguió en seguida por su gran virtud y arrobos místicos, apareciéndosele Cristo, su esposo, la Virgen y los Ángeles. Se dice que el Señor en un arrobo le enseñó el infierno y el purgatorio, donde sufrían las pobres almas y el cielo donde se recreaban los santos. En una ocasión se le apareció la Virgen con el Niño Jesús, que le entregó una corona y un anillo en señal de desposorio místico. Sufrió grandes tribulaciones porque las compañeras no la creían en sus arrobos y en una ocasión la Madre presidenta le reprendió ante la comunidad, llamándola embustera, pero al momento quedó arrobada y la Madre le pidió perdón.
Fue dirigida espiritualmente, por un sacerdote, natural de la villa, que había sido párroco de Lobón y por el P. Fr. Francisco de San Nicolás y otros descalzos, que confesaron, que en sus arrobos su cara ardía como un tizón encendido.
Se cuenta, que estando en Montijo el Conde D. Cristóbal Portocarrero y Guzmán y Luna y sabiendo  la beata llevaba una vida disipada, le envió una carta con un hombre (1).
Vino el Conde y entrando en la huerta, llamó a María de la Encarnación y ésta creyó que sería para insultarla, pero mansamente le dijo que lo que no habían conseguido los padres misioneros y los confesores, lo había conseguido ella y desde entonces mudó de vida (2) y fue un gran favorecedor del beaterio y fundador del Convento, que levantó a sus expensas. Se cuenta que un Niño Jesús, que aún se conserva sobre el facistol del coro, le indicó a la Madre María de la Encarnación, que el Conde tendría un hijo (3). Fue por entonces cuando engendró de su tercera esposa al heredero, Cristóbal Portocarrero Luna y Funes de Villalpando (1692-1763), nacido el 12 de marzo de 1692 y bautizado en la villa (4).
Se conserva dos cartas muy cariñosas y que tenía en su poder el capellán Juan Cortés y otras cartas de sus confesores. Este mandó que se escribiese su vida.
La piadosa beata, María de la Encarnación, que fue 33 años Madre Presidenta, falleció en 1699 o al año siguiente.


Nota:

     (1)    “Le envía un escrito reconviniéndole a mudar el rumbo disipado y banal que llevaba…”
     (2)    “A muchas almas trajo al conocimiento y servicio de Dios por sus consejos y oración entre ellas           al conde que se avino a enmendarse compungido por tales ruegos..”
     (3)    Es errónea la idea que existe en el Convento de que el nacimiento del hijo del Conde fue la causa        de que éste levantase el Convento, ya que cuando nació el que sería el V Conde de Montijo, D.            Cristóbal Portocarrero y Villalpando, hacía más de un año que estaba edificado y como prueba            está la partida de bautismo del conde.
    (4)    El conde siempre atribuyó el feliz suceso del hijo varón a las súplicas de María de la Encarnación        y sus compañeras…y así lo manifestaba 2aquel hijo era hijo de la oración.
 Fuente:

-          Vicente Navarro del Castillo: “Montijo. Apuntes de una villa condal”

-        Antonio Arévalo Sánchez: “Las Clarisas de Montijo. Historia del Monasterio Santo Cristo del Pasmo”

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