MARÍA DE LA ENCARNACIÓN
Beata
“Célebre por su virtud y buenas prendas”
“Célebre por su virtud y buenas prendas”
Quizás su papel principal se debe a la “relación” que parece ser que hubo entre ella y el IV Conde de Montijo.
Cuando el IV Conde de Montijo D.
Cristóbal Portocarrero y Luna se avecindó en Badajoz permanecía largas
temporadas en la villa de Montijo, lo que hizo que naciera un gran afecto hacia
el beaterio, al que comenzó a proteger, sobre todo desde que entabló “una
íntima y santa intimidad” con la Madre María de la Encarnación, que con
sus santos consejos le apartó de algunos “malsanos devaneos”.
El 15 de mayo de 1675 es
elegida como madre presidenta María de
la Encarnación, que parece ser la beata más sobresaliente en santidad del
Beaterio. Quedó sin padres y tenía que cuidar de otras dos hermanas para las
que tenía que pedir limosna. Hasta que un tío suyo llamado Francisco Sánchez se
las llevó a casa. Quiso ser beata, pero no tenía para pagar la dote, por lo que
la Madre presidenta le dijo que no podía admitirla…a lo que ella le constó que
la buscaría. Con la ayuda de algunas personas piadosas y con lo que le entregó
un tío suyo, que era corregidor en la villa, pudo reunir la dote y entrar en el
beaterio. Se distinguió en seguida por su gran virtud y arrobos místicos, apareciéndosele
Cristo, su esposo, la Virgen y los Ángeles. Se dice que el Señor en un arrobo
le enseñó el infierno y el purgatorio, donde sufrían las pobres almas y el
cielo donde se recreaban los santos. En una ocasión se le apareció la Virgen
con el Niño Jesús, que le entregó una corona y un anillo en señal de desposorio
místico. Sufrió grandes tribulaciones porque las compañeras no la creían en sus
arrobos y en una ocasión la Madre presidenta le reprendió ante la comunidad,
llamándola embustera, pero al momento quedó arrobada y la Madre le pidió
perdón.
Fue dirigida espiritualmente, por
un sacerdote, natural de la villa, que había sido párroco de Lobón y por el P.
Fr. Francisco de San Nicolás y otros descalzos, que confesaron, que en sus
arrobos su cara ardía como un tizón encendido.
Se cuenta, que estando en Montijo
el Conde D. Cristóbal Portocarrero y Guzmán y Luna y sabiendo la beata llevaba una vida disipada, le envió
una carta con un hombre (1).
Vino el Conde y entrando en la
huerta, llamó a María de la Encarnación y ésta creyó que sería para insultarla,
pero mansamente le dijo que lo que no habían conseguido los padres misioneros y
los confesores, lo había conseguido ella y desde entonces mudó de vida (2) y
fue un gran favorecedor del beaterio y fundador del Convento, que levantó a sus
expensas. Se cuenta que un Niño Jesús, que aún se conserva sobre el facistol
del coro, le indicó a la Madre María de la Encarnación, que el Conde tendría un
hijo (3). Fue por entonces cuando engendró de su tercera esposa al heredero, Cristóbal
Portocarrero Luna y Funes de Villalpando (1692-1763), nacido el 12 de marzo de
1692 y bautizado en la villa (4).
Se conserva dos cartas muy
cariñosas y que tenía en su poder el capellán Juan Cortés y otras cartas de sus
confesores. Este mandó que se escribiese su vida.
La piadosa beata, María de la
Encarnación, que fue 33 años Madre Presidenta, falleció en 1699 o al año
siguiente.
Nota:
(1) “Le
envía un escrito reconviniéndole a mudar el rumbo disipado y banal que llevaba…”
(2) “A
muchas almas trajo al conocimiento y servicio de Dios por sus consejos y
oración entre ellas al conde que se avino a enmendarse compungido por tales
ruegos..”
(3) Es
errónea la idea que existe en el Convento de que el nacimiento del hijo del
Conde fue la causa de que éste levantase el Convento, ya que cuando nació el
que sería el V Conde de Montijo, D. Cristóbal Portocarrero y Villalpando, hacía
más de un año que estaba edificado y como prueba está la partida de bautismo
del conde.
(4) El
conde siempre atribuyó el feliz suceso del hijo varón a las súplicas de María
de la Encarnación y sus compañeras…y así lo manifestaba 2aquel hijo era hijo de
la oración.
Fuente:
-
Vicente Navarro del Castillo: “Montijo. Apuntes
de una villa condal”
- Antonio Arévalo Sánchez: “Las Clarisas de
Montijo. Historia del Monasterio Santo Cristo del Pasmo”
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